"Por fin se acerca de nuevo el fin de semana, estoy ansiosa por terminar la jornada, hoy es jueves y mañana por fin viernes. Estoy deseosa de volver a verle..."
Eva ordenaba sus papeles apurando los últimos 15 minutos de su jornada laboral, rememorando el fin de semana en que había conocido por fin a su amigo.
Llevaba bastante tiempo sin salir con nadie, y tenía muchas ganas de tener por lo menos un "amigo".
Hacía casi ya un mes se animó a repasar aquel perfil que había creado en una web de contactos románticos años atrás, para ver que se le habían amontonado cientos de mensajes. Y eso que no había puesto ni foto.
"Chica, de 26 años, guapa, de cuerpo normal no me quejo, aún estoy bastante bien ;-) , pelo y ojos castaños etc. eso ya la podríamos ver después ¿no? busco un chico mayor de 35 años que sea limpio, educado y con buena presencia, independiente, sin cargas económicas, sin hijos, tipo empresario, funcionario o nivel universitario. Yo chica independiente sin cargas busco para conocernos, entablar amistad y ¿quien sabe? lo que pueda surgir"
Hacía por lo menos un año que no accedía a su cuenta, pero entre los mensajes algunos tenían fechas relativamente recientes así que se había puesto a ojearlos.
Muchos eran propuestas de relaciones íntimas sin compromiso, incluso de hombres casados que querían hacerla su segundo plato, pero le llamaron la atención un par de perfiles, de un hombre de 38 y otro de 40, que parecían ajustarse a su búsqueda, así que decidió contestarles a los dos y presentarse con un mensaje.
Comenzó a intercambiar correo electrónico con ambos pero al día siguiente Jonander38 había perdido todo interés al saber que no ella no quería tampoco una cosa muy apresurada.
Sin embargo Phil76er, parecía mucho más paciente y comprensivo, de modo que siguieron intercambiándose correos por lo menos durante un par de semanas, compartiendo cada uno desde su intimidad y poco a poco sentimientos, ilusiones, y otros aspectos de sus vidas. Pronto Phil76er pasó a ser Manuel Jesús, y siguieron en contacto hasta que Eva decidió que sí, que le gustaría conocerlo en persona.
Así que el anterior domingo por la mañana él la había invitado a verse un ratito en la Plaza del Sol, para ir a dar un paseo y charlar un rato.
Cuando lo vio en persona por primera vez, su corazón palpitaba. Él era alto y fornido, había perdido algo de pelo respecto a las fotos así que se rapaba sienes y nuca, ojos grandes, expresivos, nariz prominente y mentón angulado. Labios carnosos... le gustaba mucho ese hombre a Eva.
Se había mostrado encantador, la había tratado de manera muy educada y exquisita, ella se había sentido genial. Era un hombre con las ideas claras, que se había forjado a sí mismo su medio de vida, y le iba muy bien; no estaba desesperado por quedar bien con los amigotes, ni tenía necesidad de apuntarse muescas en el fusil.
Mucho mejor que con otros chicos de su edad, que había conocido en tiempos universitarios. Él sólo tenía ganas de compartir parte de su tiempo saliendo por ahí con una chica como ella y ver que podría pasar.
- ¿Nos volveremos a ver ? - preguntó él - tengo miedo de que me veas muy mayor para ti.
- ¡No! - dije - me refiero a que no te veo muy mayor - aclaré - claro que me gustaría volver a verte, me lo he pasado muy bien este rato contigo.
- ¡De acuerdo! - sonrió - si te parece quedamos el sábado, ¿te llamo para concretar?¿podemos comer y luego pasar la tarde?
- Si - dije devolviendo mi mejor sonrisa - claro que sí... ¡hablamos!
Además, ¿por qué no decirlo? el tío era autosuficiente y se veía que tenía status. Quien a buen árbol se abriga buena sombra le cobija. Volvía ella profundamente ilusionada paseando hacia su barrio reflexionando en esta posible nueva relación.
Al sábado siguiente fueron a comer. La llevó a un restaurante de moda por su cocina experimental, regida por uno de los chef más famosos del momento. Ese restaurante era frecuentado por todo tipo de personalidades, pero Manuel Jesús era un hombre discreto y había reservado una mesa tranquila, en la que el la tenue luz que iluminaba la mesa los envolvía a los dos en un halo de intimidad tremenda, como si no hubiera nadie más en el mundo aparte del camarero, dispuesto como conseguidor de todo lo necesario en ese universo.
Después de la fabulosa comida, ella nunca había experimentado algo así, dieron un largo paseo por varias zonas de la ciudad, estuvieron en el museo, en los jardines, por la Gran Vía, hablando durante horas, conversando de todo, con plena confianza.
Sobre las 20.00 él dijo que lo había pasado muy bien, y que le gustaría salir otro día, a lo que ella se mostró completamente dispuesta, y se quedó mirándole a los ojos entusiasmada. Comenzó a llover, esta vez el hombre del tiempo había acertado, y él se ofreció a llevarla a casa. Ella, como en una nube, se quedó callada, mirándole fijamente, mientras de repente la lluvia arreciaba a su alrededor creando una densa pantalla de agua sobre ellos.
- ¡De acuerdo! - dijo ella elevando su voz sobre el crepitar de la lluvia, sonriendo sin dejar de mirarle.
Se cogieron de la mano y llegaron juntos hasta la calle en la que estaba aparcado el enorme todoterreno de él. Apurados, entraron al vehículo y cerraron las puertas, mientras comenzaba a caer una tremenda granizada.
- Buff por los pelos - dijo ella jadeando mientras se quitaba la chaqueta mojada.
- Si - respondió el sonriendo poniendo en marcha el motor y poniendo un poco la calefacción antes de quitarse su abrigo - te llevaré a tu casa, hoy no es día de ir andando, ¿hacia donde te llevo?
- De acuerdo yo vivo en Coslada, si te queda muy lejos me voy en el metro ¿eh? no hay ningún problema, de verdad.
- No te preocupes, en coche es un paseo - respondió el sin dejar de sonreir.
Arrancó y comenzó el trayecto. Fueron hablando por el camino mientras cruzaban la ciudad. En cuanto pasaron a zona de menos densidad de tráfico, ambos callaron, y se quedaron en ese silencio que a algunos incomoda, en que no se sabe como romper la tónica y volver a coger el hilo de la conversación, y él puso la radio.
Al cabo de media hora, ella se dio cuenta de que no estaban llendo por el camino correcto, y la vía cada vez estaba más solitaria.
- Oye, estás seguro se que vamos por buen camino? - preguntó.
Él iba prestando atención a la carretera y al volver su rostro hacia ella, ella ya no pudo ver la cara amable del hombre del que creía que se estaba enamorando. Sus ojos estaban ahora vacíos y su boca hacía una mueca desagradable que la hizo recorrer un escalofrío.
En ese momento accionó el cierre centralizado del vehículo desde el lado del conductor, y ella se dió cuenta de que no tenía como abrir la puerta.
- ¡No! ¡que significa ésto! - protestó y al momento recibió un golpe que le lanzó la cabeza contra la ventanilla. Era muy fuerte.
Y rompió a llorar, mirando hacia el vacío de la noche pensando que desde entonces, su único deseo sería correr.

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